Durante 2021 se registraron 134,663 divorcios en México, de los cuales el 32% de las parejas estuvieron de acuerdo con separarse, mientras que más del 65% de ellas lo hizo de forma incausada (solicitada por un miembro de la pareja y puede pedirse por cualquier motivo). De todos los divorcios, al menos el 51.1% de los matrimonios tenía al menos un hijo o hija. 

O sea, que más de 68,000 niños se enfrentaron al divorcio de sus padres. Ojo, esto sin tomar en cuenta a los hijos de parejas divorciadas antes de 2021 y en 2022.

Sin importar cuántos divorcios se firman y cuántos hijos viven el proceso, la forma en la que las familias atraviesan esta situación marcan la diferencia entre un hijo que desarrolla traumas y otro que no.

Los divorcios o separaciones son situaciones estresantes para los hijos. Si se separan en buenos términos y tanto la madre como el padre están presentes en la vida de sus bendiciones, las consecuencias son en su mayoría positivas. 

Pero si es problemática, la separación puede generar traumas que se quedan presentes hasta en la adultez.

Los problemas emocionales y psicológicos que se quedan con los hijos luego de un divorcio problemático, dependen mucho de su edad, los más comunes son culpa, inseguridad, miedo, confusión, estrés e incertidumbre.

Si la separación de los padres no se trabaja bien con los hijos, cuando sean adultos pueden desarrollar problemas como miedo al compromiso o al abandono, así como codependencia y conductas autodestructivas.

Los divorcios son bastante comunes y en ocasiones pueden ser la mejor solución para las parejas, pero lo importante es priorizar la salud mental y emocional de los hijos.